No lo paramos de llorar, pero recién ahora tengo la energía para escribir algunas líneas. Estas no pretenden ser un tratado sociológico para entender al "fenómeno Maradona", tampoco pueden ser exhaustivas en detallar las razones por las cuales todo un pueblo lo sigue llorando y necesita demostrarle afecto, reconocimiento y agradecimiento. Acá se expondrán las razones sentidas de quien escribe, sin pretensión de que sean definitivas y sin despreciar otras. Pero invitando a los que están "fuera de sintonía" a respetar al dolor nuestro y a auscultar el latido del sentir nacional y popular que se expresa en estos días. Al fin y al cabo, ¿quién sabe cuántas cosas estamos llorando y exorcizando con el Diego en estos días?
Compartida por el compañero cordobés Matías Terzaga, la imagen que ilustra estas líneas es acaso un resumen de todo lo que sentimos. Cuenta la leyenda que esa foto fue sacada después de un partido de los "torneos Evita", y que el Diego niño esta abrazando a un rival que acababa de perder. Empatizar con el derrotado siendo el ganador, esa es toda la nobleza que reconocemos como bandera propia, eso nos conmueve y nos representa. Se ha ido ese abrazo que nos contiene como argentinos. Diego nos abrazó siempre, y sobre todo a los más sufridos.
Diego entre otras tantas, porta una gran bandera: la de los humildes, los débiles, los pobres, los derrotados, los excluidos; y, especialmente, la del héroe plebeyo que logra quebrar su destino, es por lo tanto también la bandera de la ilusión. Las anécdotas que estamos recordando entre todos los maradoneanos en estos días son infinitas. Están regadas por todas las partes del mundo a los que su imagen llegó. Como declaró al llegar a Nápoles: "quiero convertirme en el ídolo de los pibes pobres de Nápoles, que son como era yo cuando vivía en Buenos Aires". No hay sueños individuales en esa declaración, es un sueño colectivo para los que vivían en la desilusión.
Parafraseando a Silvio Rodríguez en "Ala de Colibrí", Diego fue sin duda el fundador del partido de los sueños donde se cobijan, se redimen y también se organizan a todos los excluidos. Pero: ¿Cuándo Maradona fue Maradona? Todavía recuerdo cuando siendo un chico no podía creer que en una fecha cualquiera había perdido un partido Argentinos Juniors. Con 6 años le dije a mi viejo: "imposible, te equivocaste, si en Argentinos juega Maradona"?
Posiblemente el Maradona que lloramos explotó para siempre en el mundial del 86, y más precisamente en el partido con Inglaterra. Maradona fue el Malvinero en una democracia desmalvinizadora. Por los dos goles preciosos y también por lo que decía que para él significaba ese partido. Maradona llevo la bandera Argentina por el desierto de las largas décadas desmalvinizadoras y neoliberales. Aquellas que enseñaban a cualquier nacido en estas tierras que si quería progresar "había que irse del país", que "todo lo que se podía comprar afuera era mejor", que "este país es una mierda", que "el problema de la Argentina eran los Argentinos" e infinita barbaridades como esas. Nuestros enemigos de clase (los imperiales y los internos) construyeron culturalmente esa leyenda negra contemporánea. Justo los responsables de tanto sufrimiento y destrucción eran los que mancillaban nuestro orgullo. La bandera de la argentinidad la llevó de una orilla a la otra el mejor jugador del mundo, del deporte más popular de la Argentina (y del mundo)… Diego Armando Maradona.
Para mi generación (la nacida a mediados de los 70) y otras que vinieron después, que no habíamos vivido ni el Cordobazo, ni la Vuelta de Perón -como los dos grandes hechos que se me ocurren que representan las ultimas rebeliones "plebeyas"- que sufrimos la dictadura, el neoliberalismo, la desilusión de la democracia ajustadora y la hiperinflación, el hecho de subvertir el orden era imposible, y la alegría era algo que se conseguía individualmente. Diego también ahí fue estandarte de las alegrías compartidas.
Diego era un artista, un artista plebeyo al cual todos reconocemos, que jugaba el juego que más disfrutamos y más nos gusta a las y los argentinos. Que transmitió siempre el orgullo y el amor por los colores y la selección en las siguientes generaciones de deportistas, incluso de otras disciplinas con menos reconocimiento y menos victorias. Antes de Maradona, la selección argentina no constituía un orgullo por el cual cualquier jugador hacía sacrificios personales.
Todos los que formamos parte del Jauretche lloramos al Diego desde el 25 de Noviembre del 2020. El futbol ha perdido a su mejor artista, la causa nacional y latinoamericana ha perdido un "abrazador" y desde aquí nos proponemos seguir su ejemplo.
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