El 25 de mayo de 1810, se formó en Buenos Aires una junta de gobierno que depuso al Virrey del Río de la Plata, Baltasar Hidalgo de Cisneros. Por primera vez había criollos en la dirección de los asuntos públicos del país, hasta entonces dependencia del Imperio Español. Muchas cuestiones se han discutido hasta hoy. ¿Fue un movimiento independentista desde el primer momento? ¿Fue tan solo una revolución política? ¿O existían perspectivas de que se convirtiese en una revolución económica y social?
La crisis española
La junta porteña fue la expresión local de un movimiento que comenzó en Europa. Durante la invasión de la Francia napoleónica a España, cayó prisionero el rey Fernando VII. En su nombre, el pueblo español se lanzó a la lucha por expulsar a los ocupantes. Se formaron juntas de gobierno que, ante la acefalía de la corona, reasumían la soberanía popular. No solo estaba en juego la liberación nacional, sino también el futuro del imperio español. ¿Seguiría siendo una monarquía atrasada, a mitad de camino entre el feudalismo y el capitalismo naciente, o se produciría la revolución burguesa que ya habían experimentado Gran Bretaña y Francia? ¿Y qué papel tendrían las posesiones ultramarinas? ¿Seguirían siendo colonias, o se buscaría alguna fórmula que las igualase en derechos con la metrópoli?
En pos de este último objetivo fue que el movimiento juntista se trasladó a América. En varias capitales del continente se formaron juntas como las españolas. Todas coincidieron en repetir la fórmula empleada en España respecto del vacío de poder en el trono ibérico, con lo cual exigían que la misma soberanía popular que valía para los súbditos europeos valiese también para los americanos. Por ejemplo, la junta de Buenos Aires se autotituló defensora de los derechos de Fernando VII.
El mito oligárquico.
La revolución americana continuó hasta convertirse en un movimiento independentista, y finalizó con la balcanización latinoamericana. Las antiguas unidades virreinales se dispersaron en una veintena de países dominados por sus respectivas elites mineras, latifundistas y comerciales. En tanto clases dominantes, fueron las que dictaron las historias “oficiales” de cada porción de la Patria Grande.
En el caso argentino, la historia que escribieron sus representantes sobre los acontecimientos de mayo de 1810 pretendió establecer que los revolucionarios de aquel momento buscaron inmediatamente la independencia de España para someterse a los designios del Reino Unido. La proclamación de la Junta como defensora de los derechos de Fernando VII se explicó como una simulación para ganar tiempo, y se omitieron elementos de importancia como el horizonte liberal revolucionario en política, y proteccionista en materia económica, propuesto por Mariano Moreno en su Plan revolucionario de operaciones. Al mismo tiempo, se estableció una continuidad entre su liberalismo y el liberalismo probritánico de Bernardino Rivadavia.
Variantes de izquierda y variantes populares
El debate por rescatar la conciencia histórica de los argentinos no solo se dio contra la posición abiertamente liberal oligárquica. Diversas izquierdas opuestas al movimiento nacional reprodujeron y reproducen sus postulados.
Así, el Partido Comunista aplicó fraseología marxista para decir lo mismo que Bartolomé Mitre y sus continuadores: que la Revolución de mayo buscaba la separación de España, que Moreno fue un promotor del librecambio probritánico y que Rivadavia fue su genuino continuador.
El trotskismo antiperonista intentó romper con esta falsificación, pero no obtuvo mejores resultados. El historiador Milcíades Peña sostuvo que la Revolución de mayo se trató tan solo de la búsqueda del poder político por parte de una elite colonial que ya era la clase dominante en materia social y económica, y que no hubo protagonismo de las masas gauchescas en el movimiento (hechos parcialmente correctos); pero además omitió toda referencia al capítulo económico del plan de Moreno, o a la posterior entrada en escena del gauchaje liderado por José Artigas.
Pero también en el seno del campo nacional existen diferencias sobre el tema. El revisionismo nacionalista brindó una visión abstracta e inmutable del liberalismo rioplatense. Historiadores como José María Rosa y Salvador Ferla coincidieron en sostener la continuidad entre Moreno y Rivadavia. La diferencia solo radicó en condenar lo que los liberales oligárquicos exaltaban.
La importancia del debate
Contra todas estas posturas, la Izquierda Nacional rescató, a través de la obra de Jorge Abelardo Ramos y de Jorge Enea Spilimbergo, la conexión de la Revolución de mayo con los acontecimientos de España, su sentido latinoamericano, su defensa de la soberanía popular, y la profundidad del programa morenista.
El sentido de esta discusión con las otras líneas de interpretación no es académico sino político. Se trata de librar a la conciencia histórica de los argentinos de las falsificaciones de una clase dominante parásita y servil a intereses extranjeros; de construir un marxismo encauzado en las luchas populares que lo precedan; y de impulsar al resto del campo nacional a seguir el curso más radical en las futuras batallas por la definitiva liberación nacional y social.
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