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Foto del escritorMartín Gorojovsky

La federalización de Buenos Aires, bandera nacional

El 20 de septiembre de 1880, el presidente Nicolás Avellaneda dictó la ley que convirtió en territorio federal a la ciudad de Buenos Aires, hasta entonces capital de la provincia homónima. Este acto no fue una simple resolución administrativa sino el punto final para la larga serie de guerras civiles que azotaron a la Argentina, casi desde el inicio de su vida independiente. Aunque parece lejano, el episodio es una clave para entender algunos problemas políticos de la actualidad.


Buenos Aires vs. el Interior

   La ciudad de Buenos Aires era el principal puerto argentino, por el cual pasaba todo el comercio nacional. Pero al ser la aduana de propiedad provincial, las rentas generadas por este intercambio no se distribuían con el resto del país sino que quedaban en manos de la burguesía porteña, interesada solo en ser vendedora de manufacturas extranjeras. Por lo tanto, además de quedarse con el dinero de los impuestos aduaneros, arruinaba la producción autóctona al favorecer las importaciones con aranceles bajos.

   En defensa de este privilegio, las clases dominantes porteñas, en su variante unitaria o federal rosista, sabotearon cualquier intento de organización constitucional que implicase convertir a la capital provincial en capital de todos los argentinos. E incluso llegaron a separarse del país hasta que la correlación de fuerzas les permitió cobrarse su precio para la reintegración: someter a las provincias a sangre y fuego, y concederle al presidente de la nación la “gracia” de residir en Buenos Aires como un “huésped” del gobernador hasta que se alcanzase una solución definitiva.

   La misma llegó en torno a la renovación presidencial de 1880, que enfrentó al gobernador bonaerense, Carlos Tejedor, con el general Julio Argentino Roca, candidato apoyado por el resto de las provincias. Electo Roca, Tejedor inició una revuelta contra el resultado. El levantamiento fue de corta duración, menos de un mes, pero dejó el saldo de tres mil muertos en combate.

   Aunque el militar tucumano proyectaba establecer la capital en Rosario, la evidencia de que la posesión de la aduana por parte de Buenos Aires era un factor de poder demasiado importante, al punto que le daba a una provincia la capacidad de desafiar a la voluntad nacional, lo hizo cambiar de proyecto e impulsar la federalización de la histórica capital del Río de la Plata.

La Argentina moderna

   Al contar con un asiento para las autoridades federales, la Argentina consiguió una relativa estabilidad que le permitió dejar atrás la guerra civil crónica y concluir la organización del Estado moderno.

   La federalización de Buenos Aires fue, por lo tanto, la concreción de un objetivo nacional. Sin embargo, al fusionarse el patriciado del ’80, liderado por Roca, con la oligarquía, esta pudo hacer pasar como obra suya lo que en realidad fue una derrota política. Y los modernos movimientos populares del siglo XX, el yrigoyenismo y el peronismo, no cuestionaron esta versión de la historia. De esta forma, el episodio quedó relegado en la memoria colectiva, e incluso una mala interpretación del federalismo llevó a la conclusión de que Buenos Aires se había salido con la suya al convertirse en capital del país.

   No obstante, a partir de 1976, la oligarquía no solo tiró abajo la industrialización, lograda a partir de los primeros gobiernos peronistas, sino que se buscó destruir hasta el último rastro de la construcción del Estado. El episodio final de esta política fue el Pacto de Olivos y la reforma constitucional de 1994, que convirtió a la Capital Federal en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y el viejo conflicto del siglo XIX reapareció bajo nuevas formas.

   La ciudad cobra impuestos provinciales, a pesar de que la jurisdicción ni siquiera abarca a toda la urbanización existente. El más importante de ellos es el Impuesto a los Ingresos Brutos, el cual afecta a toda empresa radicada en el país. La mayoría de las casas centrales administrativas se radican en Buenos Aires, mientras que las operaciones productivas se desarrollan en todo el país. Nuevamente la ciudad acapara en beneficio propio los ingresos que producen las provincias. Esta masa de dinero, unida a un modelo productivo de servicios, no puede sino generar una plataforma política para candidaturas exclusivistas que le dan la espalda al conjunto de la nación, como fueron las de Fernando de la Rúa y Mauricio Macri, y como pretende ser la de Horacio Rodríguez Larreta.

   Así se responde la pregunta del presidente Alberto Fernández, quien se preguntaba por qué si la provincia de Buenos Aires tiene mayor superficie y población que la ciudad, esta última dispone de más recursos económicos. Por lo tanto, el campo nacional debe incorporar como punto esencial de su programa una nueva federalización de la ciudad de Buenos Aires para que vuelva a ser la capital de todos los argentinos, y la federalización del ’80 debe incorporarse a la conciencia histórica como triunfo nacional y popular.

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