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Foto del escritorMartín Gorojovsky

El legado sanmartiniano

El aniversario de la muerte del general José de San Martín siempre es una buena oportunidad para reflexionar acerca de las lecciones que su actuación dejó para el presente.

   Fuerzas armadas: industrialistas y populares

    El mito oligárquico presenta a San Martín como un genio militar, de carácter humilde e ideología liberal, a secas. Si las dos primeras características son hechos comprobables, la tercera pretende meter en la misma bolsa a liberales revolucionarios como Manuel Belgrano, Mariano Moreno o el propio San Martín, con el prócer liberal oligárquico Bernardino Rivadavia, contemporáneo de los tres anteriores.

    Esta versión fue la escrita por Bartolomé Mitre en función de su interés de clase, el mismo que representó Rivadavia en su tiempo. En tanto ideología dominante, la historia mitrista se convirtió luego en la historia oficial (supuestamente “científica” y por lo tanto neutral y verídica) transmitida a través del sistema educativo a varias generaciones de argentinos.

    Pero el revés de la trama se revela al descubrir que San Martín no solo tenía una enemistad personal con Rivadavia, sino que su primer acto político en América fue derrocar al Primer Triunvirato. Ante el giro contrarrevolucionario que dicho gobierno, del cual Rivadavia fue personalidad destacada, le estaba imprimiendo al proceso abierto en 1810, San Martín y otros militares dieron el golpe de estado revolucionario del 8 de octubre de 1812, que instaló al Segundo Triunvirato. El futuro Libertador diría en la ocasión que “…no siempre están las tropas, como regularmente se piensa, para sostener los gobiernos y autorizar la tiranía […] saben respetar los derechos sagrados de los pueblos y proteger la justicia de estos”, lo cual lo ubica a él, y a su concepción de las fuerzas armadas, como un defensor de la soberanía popular frente a la institucionalidad oligárquica, vacía de contenido para las mayorías. Del mismo modo, se negaría en 1820 a reprimir al gauchaje federal alzado contra la política entreguista de Buenos Aires. Al mismo tiempo, San Martín promovía un modelo de fuerzas armadas válido en la actualidad, y que todo el campo nacional debería tener presente. Por un lado, promovía la democracia interna de la tropa al crear cursos de perfeccionamiento para suboficiales, y habilitaba horarios de audiencia para el diálogo entre los solados y el general en jefe.

    Por otro, la formación del Ejército de los Andes fue un ejemplo de integración entre la maquinaria militar y un plan político-económico más amplio. Como gobernador de Cuyo, San Martín explotó los recursos de la provincia a través de un fuerte intervencionismo estatal. En este esquema, sus fuerzas no solo fueron combatientes sino también creadoras de industria nacional, como la metalúrgica empleada para fabricar los cañones.

 Desencuentro

    Otro aspecto de su desfiguración histórica que le permitió a la oligarquía presentarlo como un prócer de su bando fue su relación con el federalismo artiguista, el gran movimiento popular rioplatense en los tiempos de la revolución emancipadora. Si bien San Martín no intervino a favor de Buenos Aires durante la crisis de 1820, también es cierto que avaló las maniobras previas del naciente partido unitario para acabar con Artigas. Más allá de los motivos inmediatos, podemos ver aquí una lección que aún no ha sido procesada. En los tiempos modernos, otros líderes populares también se han apoyado en las masas para enfrentar al sistema oligárquico, pero temieron movilizarlas más allá de un punto decisivo de enfrentamiento, y en última instancia fueron derrotados por ello.

  La unidad continental

    El último gran capítulo de la vida política de San Martín fue la célebre entrevista de Guayaquil, en la que cedió a Simón Bolívar la conducción de los ejércitos que finalizaron la liberación de Perú y del Alto Perú, actual Bolivia. El mito oligárquico de la humildad sanmartiniana es contrapuesto aquí a la personalidad del “ambicioso” líder venezolano, quien supuestamente quería imponer su dictadura personalista al recién liberado continente. En realidad, lo que Mitre ocultó al escribir su historia de San Martín fue la traición rivadaviana, que dejó sin fondos al Ejército de los Andes y le dio la espalda al resto de la Patria Grande. Con certera noción de sus intereses de clase, la burguesía comercial porteña veía en el unificador caribeño al mismo enemigo que la actual oligarquía, e incluso algunos sectores del campo nacional carentes de perspectiva estratégica, ven en el proceso chavista abierto en 1998.

    Por el contrario, San Martín dio una lección de grandeza política al no dejarse llevar por visiones localistas de la situación, puso por encima de todo interés la construcción de la Patria Grande, y cedió su lugar a quien estaba en mejores condiciones de llevar a  buen puerto la causa, todavía pendiente, de la liberación nacional.

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