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Foto del escritorMartín Gorojovsky

Ayacucho: el gran triunfo de la unidad nacional


El 9 de diciembre es una fecha cumbre del pueblo latinoamericano. Ese día, en 1824, el general Antonio José de Sucre, quien por entonces contaba tan solo veintinueve años de edad, venció en la pampa de Ayacucho al ejército de José de La Serna, último Virrey del Perú. Se trató de la victoria definitiva de los americanos en pos de su independencia respecto al absolutismo español, encarnado por el rey Fernando VII.



El trasfondo político


El proceso de emancipación duró más de diez años. Comenzó como la extensión a las colonias de la lucha que se libró en España contra la invasión de la Francia napoleónica, producida en 1808. En nombre del rey, el pueblo español combatió por su propia liberación del atraso que el dominio social de la nobleza de origen feudal le imponía al conjunto del imperio. Echar a los franceses y establecer el orden liberal revolucionario implicaba igualar a las posesiones americanas en derechos respecto a la metrópoli. Vencido Bonaparte, Fernando se mostró indigno de quienes habían luchado por él. Restauró el más cerril absolutismo monárquico, fusiló y encarceló a los liberales en su tierra, y se propuso reconquistar a las colonias sublevadas. Los ejércitos liderados, entre muchos otros, por José Artigas, José de San Martín y Simón Bolívar vencieron a la reacción borbónica.


La contienda estuvo marcada por los vaivenes políticos de España. La revolución española de 1820 pareció ser el fin de la guerra. Los jefes de la expedición militar que se disponía a reforzar al bando realista en América, obligaron a Fernando VII a reponer en vigencia la constitución española de 1812. Se abrió un impasse en el cual los Libertadores propusieron la creación de una confederación entre la Corona y los nuevos estados americanos, pero los liberales españoles tampoco aceptaron la solución y el conflicto prosiguió su curso.


En vísperas de la batalla de Ayacucho, los realistas solo dominaban la sierra sur peruana y el Alto Perú, como se conocía entonces a la actual Bolivia. El virrey La Serna, liberal, contaba con nueve mil hombres, pero además de enfrentar a los ejércitos bolivarianos, se encontró con que su retaguardia, dominada por los absolutistas, también le era hostil. Y para colmo, el absolutismo había sido restaurado en España a finales de 1823. Sus tropas, por lo tanto, peleaban por un gobierno que ya no existía y estaban atrapadas entre dos fuegos. El ejército de Sucre reunía poco menos de seis mil efectivos, pero su moral era muy superior a la del ejército de La Serna, que fue derrotado por completo.



El día después


A pesar de la victoria militar, la emancipación americana quedó inconclusa. Los Libertadores condujeron un frente de clases que incluía a los esclavos y siervos liberados, mestizos de indios y africanos, a los criollos y blancos del común, e incluso a las elites americanas, propietarias de minas, de latifundios y del comercio ultramarino. Cuando estas últimas se libraron del Rey de España, traicionaron a los Libertadores para crear sus propias “naciones” en las que continuaron siendo amas del resto de la población, con apoyo de los imperios en ascenso, como Gran Bretaña, Francia y, ya en el siglo XX, Estados Unidos. La oligarquía del puerto de Buenos Aires entregó la Banda Oriental a los portugueses para terminar con Artigas. Luego, le retiró el apoyo económico y logístico a San Martín, aislándolo en Perú.

La visión política del jefe del Ejército de los Andes le permitió entender que su mejor decisión era dejar el mando de sus tropas a Simón Bolívar. Éste logró completar la campaña peruana, y Sucre dio el último pasó al liberar el Alto Perú. Pero la aristocracia limeña, los terratenientes de Perú, Venezuela y Colombia, y los propietarios de minas de Bolivia, rompieron la naciente unidad continental. Bolívar murió rumbo al exilio, y Sucre fue asesinado.


Sin embargo, Ayacucho sigue siendo un ejemplo de la potencial fuerza que la unión latinoamericana puede alcanzar. El ejército de Sucre fue la suma de las tropas que Bolívar condujo desde Venezuela y Colombia con las que San Martín había guiado desde el Plata, Chile y Perú. En las condiciones de los tiempos modernos, esa unidad, pendiente hace doscientos años, es la garantía definitiva de la liberación nacional y social del pueblo latinoamericano.

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